miércoles, 21 de agosto de 2013

SHE

Trago saliva.
Preparo el escupitajo y Elvis Costello golpea mi sentido arácnido.
Ligeramente adormecido.
¿Barbecho o cuarentena?
Poco importa.

Un cortejo espontáneo.
La fiesta, imperdible.
¿Quién puso el cascabel al gato?

Los Beatles llevan un rato sonando y a la cerveza no le da tiempo a caldearse.
Entretanto, encadenamos rimas en la lengua de Shakespeare con achacosas lecciones de "Forró".
Miradas clandestinas.
Pies descalzos y más Fosters de saldo.

Love, love me doooo!!!
La conversación sobre la globalización y la crisis sistémica allende los dos lados del charco se ha desgastado.
Solo importan sus piernas.
Revoltosas. Ciertamente adictivas para mis rollizos dedos.
No vacilan y entran al pase de pecho.
Mientras, ella, escucha con deferencia.
Apenas interviene.
No le hace falta.
Su presa es dócil.
Su sonrisa, cada vez más hermosa.

Proyecta un aura enigmática.
Desternillantes muecas horadan su rostro.
Hipnóticas, como los primeros rayos del alba.
Amanecer que minuta un elevado porcentaje de bajas.
Ella, no abandona.
Let it be, let it beee!

¿Fumas? -pregunto extrañado-. Ahora parece que sí...
A petición suya, armo un Amber Leaf en la terraza.
Se sienta.
Permanezco de pie.
Me mira. La miro.
Inhala y me centro en el contraste de su perfecto tono de piel con unos labios tan rojos como un Ferrari.
Delineados.
Garabateados a la perfección por un Dalí sedado a base de opio. 
 
Sonríe...
No me lo pienso.
La vitamina de la cebada me envalentona.
Entonces, acaricio su mentón y degusto el fluir de su lento y jugoso manantial.
¿Brasileño? ¿Francés?. Podio...
Sin duda.
Hey Juuuuuude, don't be afraid!!!

(...)

El desmesurado respeto agarrota la magia.
El sofá acomoda la rosca siamesa y los postreros ronquidos.
Errores que se sellan con argamasa a la incorregible impaciencia.
Y la pasión es aplacada.
Del mismo modo que Chuck Norris derribaba vietnamitas.

Felino o ratón. Tom and Jerry "entertainment".
Me solivianto pero, días más tarde, hallo un galardón iluminado por un cuarto menguante.
Desvelé mis cartas.
Un órdago bien tirado, que, lamentablemente, no sirvió para ganar la partida.
Medalla de bronce. O de hojalata. Chi lo sá.

Ahora, Elvis Costelo se ha quitado las gafas.
Los Beatles hace tiempo que se separaron.
Pero su sempiterno legado oficia de banda sonora.
También de fondo de la instantánea del adiós.
Peculiar coincidencia que precede a un compungido hasta pronto.
Y en estos momentos de recuerdos y letras curativas, píldoras contra el olvido, M-Clan atormenta los coletazos del enésimo enamoramiento.

... trátame bien, no te rías de mí. No me arranques la piel!!!

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